Recuerdo claramente el día en que vi una pareja de mujeres por primera vez. Tenía unos 10 años; algo en mi se sintió diferente y procedí a rogarle a Dios que yo no fuera así.
Esa frase aún rebota en mi cabeza de lo mucho que la repetí en ese momento “por favor Dios yo no puedo ser gay” tenía tanto miedo de serlo porque algo en mi interior me gritaba que lo era.
Crecí con una crianza religiosa la mayor parte de mi vida, lo que yo sabía respecto al amor estaba completamente equivocado respecto a lo que yo sentía; a los 10 años no le di mucha importancia y lo dejé pasar.
A los 15 años decidí ser sincera conmigo y admitir que era diferente, para mis adentros esto fue cada vez más cotidiano y empezaba a experimentar salir con otras mujeres. En mi adolescencia tuve un par de novios pero realmente eran para mi amigos que quería mucho, no sentía lo que mis amigas contaban cuando hablaban de sus novios, no sentía ese amor joven que se desvive y da todo su corazón al otro como si nunca se lo hubieran roto.
Mientras me descifraba, cambié mi expresión de género a algo que fuera un poco más mío. Yo me sentía ( hasta la fecha ) más cómoda con una expresión más “masculina” que a los estándares que la sociedad dicta para las mujeres.
Cansada de vivir una doble vida con la sociedad y mi familia a los 16 años me prometí que les contaría sobre el tema el día que tuviera novia. Esto en mi cabeza me daba tranquilidad, certeza y tiempo para poder pensar el cómo contarlo, moría de miedo si les soy honesta.
Entre varios ligues fallidos, conversaciones que no dieron para ningún lado, “amigovias” y ghosteos, cuando entré a la universidad conocí a mi primer novia ( primera ex novia ).
En el primer mes de relación salí del closet con toda mi familia nuclear; mi papá lo tomó muy bien pero mi hermana y mamá no. “Quiero una familia normal” “¿Qué hice mal?” “Vamos al psicólogo”.
De mi boca nunca ha salido decirles que soy lesbiana, les dije que tenía novia, como se llamaba y de dónde la conocía. Quizá di dos noticias de golpe pero para mí resultaba más fácil así.
El día que le conté a mi mamá fue el día que más miedo he sentido en mi vida; sentí que ese día me dejaría de querer. Compartir con tu familia una parte de quien eres no tendría que ser tan difícil y doloroso.
Se habla mucho sobre “salir del clóset” me molesta que lo terminamos haciendo para que la gente que amamos sepa algo que nos representa pero no es todo lo que somos.
Nunca había escrito sobre esto porque me quedaba en blanco, la vivencia de cada persona es diferente pero al menos lo que creo que nos une a todxs es que empezamos a vivir cuando nos importa un carajo lo que opinen los demás.
Escribo esto para poder empatizar con cualquiera que se sienta identificadx con lo que pasé y paso a diario. En esta sociedad no dejas de “salir del clóset “ jamás.
Mamá, ya tengo 22 años y sigo teniendo novia; no es una gripa.
-cacho de humano
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